martes, 4 de octubre de 2011



Hay que saber estar "con los pies en la tierra". También hay que saber fugarse. No debemos conceder territorios demasiado rápidamente; y sin embargo, como lo ha postulado Gilles Deleuze, "no hay nada más activo que una huida". En esta era de migraciones forzadas y desplazamientos de poblaciones, puede parecer extraño, incluso obsceno, considerar estrategias de desterritorialización y aplaudir su potencia política. Resistir, ¿no implica de alguna manera mantenerse en un territorio? Ésta parece una pregunta sencilla, pero de hecho, puede confundir causa y efecto: ¿no son, acaso, precisamente la devastación ambiental, el realismo capitalista, el empobrecimiento de la subjetividad y los niveles sin precedentes de extracción de la plusvalía, algunos de los indicadores de territorios de los que necesitamos alejarnos? Si cada acto de desterritorialización es a su vez un acto de reterritorialización en otro lugar, todos conocemos también los peligros de cambiar, simplemente, un territorio por otro. Pero nunca hay puro escape o simple retorno al viejo territorio - tal es la ambivalencia, la fuerza positiva y negativa del concepto. Como ya observó Marx, la desterritorialización es hasta cierto punto la ontología paradójica del capitalismo: en la disolución de todos los vínculos tradicionales, con un constante barajar y dar de nuevo, el capitalismo hizo de la desterritorialización de personas, bienes y valores, su modus operandi -, sin embargo, en este marco, toda reterritorialización se da, solamente, en función de extraer una plusvalía. En resumen, la desterritorialización es un arma de doble filo: a la vez lógica de la opresión y práctica de emancipación.





Todo esto suena un poco abstruso, pero sólo porque la noción de desterritorialización es un concepto tan poderoso que nos permite reunir una amplia gama de prácticas de activistas, artistas, investigadores que por una razón u otra, desean abrir nuevas líneas de fuga, escapar de su campo asignado, modificar sus hábitos, aprender nuevos trucos. Lo que esperamos hacer en el curso de esta investigación colectiva es concebir las diversidades de este concepto y activar nuevas formas de convergencias. ¿Cuáles son algunas de las prácticas y usos de la desterritorialización hoy? ¿Quién quiere desterritorializar su actividad? ¿Qué hay de malo en operar dentro de un marco de referencia dado?

El concepto de "desterritorialización" fue propuesto por Gilles Deleuze y Félix Guattari. De todos sus neologismos, ha sido quizás el más retomado y el más traducido - a causa de su evidente relación con nuestra inscripción corporal en múltiples territorios. Será importante revelar algo de su complejidad, liberar completamente el valor de uso de este concepto poderoso y considerar cómo se relacionan desterritorialización y reterritorialización. Sin embargo, la investigación colectiva pretende, antes que nada, interrogarse sobre el conjunto de prácticas y usos de desterritorialización de cada uno de nosotros.

Quizás, más que cualquier otra actividad, la práctica artística desde Marcel Duchamp esté impregnada de la lógica de desterritorialización. Sabemos cómo los célebres ready-mades desterritorializan un objeto cotidiano, reterritorializándolo (enmarcándolo) como arte. Aún más importantes, aunque menos conocidos, son sus "ready-mades recíprocos", que propusieron desterritorializar (des-marcar) obras de arte - "usar un Rembrandt como tabla de planchar", como él decía - reterritorializandolas como valor de uso. Aunque los ready-mades recíprocos siguen siendo uno de los eventos menos teorizados del arte del siglo XX, en realidad es bastante fácil reconocer cómo esta lógica, subyace hoy, en la voluntad de muchos artistas de abandonar el campo del arte para sacar a éste de su marco, romper consigo mismo, desterritorializándolo  para reterritorializarlo (de manera imperceptible) como valor de uso. Debido a que tales prácticas son desterritorializadas (como arte) y re-territorializadas (como otra cosa, cualquier otra cosa) ellas tienen lo que se puede describir como una doble ontología: por un lado, lo que son, y por otro la propuesta de lo que son.

De alguna manera, usar un territorio - en lugar de poseerlo - es desterritorializarlo, reutilizarlo, rediseñar su cartografía. De hecho, cualquier cosa que sea reutilizada, ya sea en otro lugar o función, es desterritorializada: un palo es una rama desterritorializada, el mate es desterritorializado como planta y re-territorializado como bebida. El uso es otro nombre para el proceso de desterritorialización / reterritorialización. En otras palabras, la desterritorialización decrea lo que una territorialización anterior había creado, deshace lo que se hizo. En este sentido, es un concepto eminentemente crítico, constantemente activo en operaciones tales como decodificación, deconstrucción, defamiliarización, decreación... Desterritorialización, entonces, es un proceso que libera algo de contenido u otra cosa (multiplicidad o flujo) de cualquier código o marco, proponiendo nuevas líneas de fuga.

Así la desterritorialización opera en innumerables niveles y se practica de múltiples maneras, pero a los fines de este momento de investigación colectiva, proponemos centrarnos en las formas y los medios inherentes a nuestro encuentro: el potencial de desterritorialización de la lengua. ¿Cómo desterritorializarse de nuestro vocabulario obsoleto si no es a través del lenguaje mismo? Una de las razones por las que el lenguaje es esencial es que tantos territorios permanecen invisibles a sí mismos: estamos territorializados, sin embargo, el territorio se ha vuelto tan familiar, tan natural, que no nos damos cuenta de que está construido. Hoy, nuestro léxico necesita ser totalmente renovado, hay que replantear las viejas palabras para nuevos fines. El lenguaje es fluido, desterritorializa y se desterritorializa - todo lo contrario del código. Sin embargo, está en todas partes y siempre corre el riesgo de reificarse y caer en el código, convirtiéndose en categorías de identidad - funcionando, así, como ideología. ¿Qué mínimos "ajustes" en el lenguaje y en el uso de las palabras nos permitirían una desterritorialización significativa? ¿Puede la experiencia de desterritorialización en el lenguaje - es decir reinventarse a sí mismo en un idioma nuevo o renovado - volverse una experiencia emancipatoria? ¿Hasta qué punto puede un término como "desterritorialización" desterritorializarse a sí mismo? El momento final de esta investigación colectiva será para ver si podemos (y cómo) escapar de la metáfora territorial por completo - romper con la territorialización misma, para experimentar una deterritoritalidad con derecho a voto que eluda una reterritorialización. Pero eso es un largo camino. En primer lugar tenemos que preguntarnos por qué nosotros o alguien podría desear o beneficiarse con una desterritorialización de sí mismo o de sus prácticas.

Finalmente, es en esta perspectiva que la forma de esta reflexión sobre la desterritorialización no es ni un lugar ni un tiempo definido, no es un territorio en absoluto, sino un momento. Un momento dialéctico y colectivo de investigación, infinitamente dilatable o desmontable.

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